domingo, 23 de marzo de 2014

LAZARILLO DEL SIGLO XXI

Duocastra, 21 de marzo de 2014


Estimado señor Don Rogelio Belmonte del Castillo:

Ya que estuvo usted por aquí buscando gente para trabajar en su empresa, sepa usted que yo soy Diego Zulado. Y le voy a contar cómo soy y cómo ha sido mi vida más o menos hasta ahora, porque yo necesitaría ese empleo para poder seguir adelante y ayudar a los míos.
 Soy de estatura media, labios gruesos, nariz respingona, ojos marrones café, piel bronceada y manos robustas. Tengo el pelo corto y castaño. Soy delgado y padezco cojera en la pierna izquierda a causa de un accidente que tuve de pequeño. Tengo un tic en el ojo derecho, que se acentúa cuando estoy muy nervioso. La mayoría de las veces voy vestido con una camiseta de cuello de pico blanca y unos vaqueros gastados y usados. Llevo unos zapatos de un color azul oscuro, algo gastados también. La verdad es que tengo poca ropa, pero he aprendido a cuidarla y me gusta ir limpio siempre que puedo.
Reconozco que de carácter soy un poco reservado con las personas que no conozco apenas.  Y algo lenguaraz cuando estoy agobiado y estresado. Con mi familia y amigos me considero una persona bastante simpática, amable y sobre todo generosa. Me gusta hacerle regalos a mis amigos cuando tengo un poco de dinero de sobra, que no es casi nunca, la verdad.
Vivo en una casa medio en ruinas dentro de una urbanización que se quedó sin terminar a causa de la crisis en la inmobiliaria. Está situada al lado de un gran descampado vacío y abandonado. Vivo con mi padre, mi madre y mi hermana menor, de 15 años, llamada Julieta. Mis padres están enfermos a causa del alcohol que consumen y mi hermana Julieta es adicta a las drogas. Siempre llega a casa violenta y me roba  lo poco que gano en la calle. Julieta sale con un chico llamado "El León" porque lo consideran el rey de las peleas y sale siempre ganando a base de violencia. Mis padres no trabajan hoy en día , pero en su vida pasada trabajaban como caseros en una hacienda, donde se conocieron. Perdieron el trabajo y se dieron a la bebida. Mi hermana, cuando puede, trabaja limpiando coches en la gasolinera más cercana al pueblo. Su jefe le paga un salario de unos diez euros al día. A veces éste no llega a casa, porque se lo gasta en las drogas. Yo, en cambio, intento buscarme la vida en los aparcamientos del parque de Los Reyes Católicos. No gano mucho, pero con esto puedo comer todos los días y comprar a mis padres un par de bocadillos.
Fui al colegio hasta los trece años. Como estaba expulsado semana sí y semana no, a base de meterme siempre en peleas, mis padres se hartaron y encontraron la forma de esconderme y no volver nunca más. Ahora tengo 17 años y me arrepiento bastante. Sin embargo, mi hermana aguantó en el colegio hasta los catorce años, hasta que la pillaron drogándose en los baños con unos amigos. Como nos echaron a los dos del colegio nuestros padres nos vendieron a los dueños de una plantación de fresas. Esto estaba en el sur del país, muy alejado de casa.
 Echábamos mucho de menos a mis padres, pero a la vez, estábamos enfadados, ya que nos habían vendido a personas extrañas y nos habían enviado a una zona completamente desconocida. A mi hermana la trasladaron a la plantación vecina, separada de la mía con por una enorme valla eléctrica. No volví a saber nada más de ella hasta el regreso a casa. Había muchos niños de diferentes edades, desde 11 años hasta 18 años. Había muchos hombres extraños y grandes. Nos dieron unas pinzas y cestas, y nos llevaron a un gran huerto de fresas. No me disgustaba aquello, ya que estaba al aire libre y con más niños que en poco tiempo se convirtieron en mis amigos. Nos pagaban veinte euros al día si realizábamos el trabajo como es debido. Cuando llovía, pasaba mucho miedo, pues las chozas en las que dormíamos eran muy ligeras y podían caerse y no me quería hacer a la idea de morir ahí dentro. Me llevé unos diez meses trabajando en aquella lejana plantación. Uno de mis amigos quería fugarse, ya que estaba cansado de estar allí trabajando sin parar. En el intento de escaparse, lo pillaron y lo encerraron en una de las chozas durante dos días sin comer ni beber. Al cabo de un año, la empresa de las fresas quebró en bancarrota y nos dijeron que nos iban a devolver a casa. Yo pensaba mucho en mi hermana Julieta. ¿Dónde había estado tanto tiempo? ¿Estaría bien? ¿Seguiría con vida? ¿Volvería a casa? Eran muchas las dudas metidas en mi cabeza. Un día pude verla a través de la gran red eléctrica que rodeaba mi huerto. Tenía un aspecto bastante descuidado y se había cortado su largo pelo. Desde entonces no la vi más. Una mañana, un coche muy grande nos recogió a todos de aquel lugar y nos llevó en camino hacia la ciudad. Tardé dos horas en llegar a un pueblecito muy pequeño. donde paramos a comer algo. Creo recordar que fue una de las mejores comidas de mi vida. Nos llevaron a un pequeño restaurante y nos hartamos de comer hasta no poder más. A continuación volvimos al coche de camino a casa. Cuando volví a mi casa, mis padres ya estaban enfermos, ya que todo el tiempo que habíamos estado fuera, se habían hartado de beber y beber. Los saludé cariñosamente y estaba muy feliz de volver a verlos. Mientras tanto, de Julieta no sabía nada.
 Después de todo esto, me hice amigo de un chico llamado Teke. Íbamos juntos a todos lados. Tenía 18 años, era más bajito que yo, tenía los ojos verdes y cabello castaño oscuro. No puedo negar que era bastante más apuesto que yo. Era muy generoso conmigo y buena persona. Siempre que tenía un problema, ahí estaba él para ayudarme. Pero por desgracia, todo lo bueno se acaba. Teke  y yo fuimos un día a ver un campeonato de motos que se celebraba en un descampado al otro lado de la ciudad. Había mucha gente y la mayoría tenía pinta de ser muy peligrosa. Teke apoyaba a la moto número 6, y, animaba con todas sus ganas. Cuando ,de repente, un chico detrás de él, de unos 20 años, dijo que le molestaban mucho sus gritos y le apuntó con una pistola. Sí, Teko murió esa noche, sí, yyo me sentí muy solo, ahora que no estaban ni mi hermana ni él.
 Para colmo, unos días después mis padres salieron a una oficina de empleo para intentar buscar un trabajo, y yo me quedé en casa solo. Estaba mirando la calle a través de la ventana del salón. Entonces, de repente, oí  unos pasos que provenían de las habitaciones de arriba. Me giré sobresaltado e intenté subir por la escalera, pero fue en vano. Un hombre de unos 25 años había entrado por el tejado de la casa y llevaba con él una navaja muy grande y afilada, y una pistola. Me apuntó en la cabeza diciéndome que como no le diera todo el dinero que tenía, me mataría. Muy asustado pensando en lo que le había pasado recientemente a Teke, cogí los 20 euros que tenía en el bolsillo y los 2 euros del tarro de cristal de los ahorros. El hombre cogió todo el dinero y los restos de bocadillos que quedaban aún en la cocina y se marchó. Mis padres, al llegar a casa sin esperanza de trabajo, se echaron a llorar, al ver que no les quedaba apenas nada. De repent,e vimos un gran coche negro aparcado delante de la puerta de la casa. Salió un hombre alto y detrás estaba Julieta. Había logrado escapar y regresaba a casa. Estábamos muy felices, a pesar de aquel robo que yo acababa de sufrir, pero al fin y al cabo Julieta estaba de nuevo en casa.
Deseo contar algo que no viene muy a cuento pero pienso que es importante que lo sepa usted:
Era abril, comenzaba la primavera, las flores aparecían nuevamente, había llegado el buen tiempo y me sentía muy alegre. En fin, la primavera es  mi estación favorita del año. Una mañana de abril, salía a la frutería a comprar algunas cosas para comer. Al entrar, vi a una mujer algo robusta y, al lado, a una linda joven. Se llamaba Nina y tenía dieciséis años recién cumplidos. Era la hija de la frutera y tenía el pelo largo hasta la cintura, de color oro, y los ojos azules intensos. Su boca tenía los labios finos y rosados. Ella era delgada y de estatura media. Vestía, a mi parecer, bastante bien, por lo que seguro que debía tener más dinero que yo.  En fin, que aquel día nos presentamos, nos conocimos y empezamos a
salir todos los fines de semana. Nina era muy guapa y me quedé enamorado de ella al momento. Era muy amable, simpática y bromista, y le apasionaba la ópera, algo que yo no sabía ni lo que era y que no era muy normal conocer por la zona. Pues sí, tenía mucho dinero y su padre era gerente de un almacén de comestibles. Nina y yo nos enamoramos y decidimos fugarnos una noche. Estaba todo preparado. Ella vendría a recogerme y nos iríamos lejos durante un tiempo. Así fue, a las 12 y media de la madrugada, Nina apareció delante de mi casa en el coche de una prima suya. Subí  y nos fuimos. Pero por desgracia no llegamos muy lejos. La policía y sus padres nos habían seguido. Castigaron a Nina por salir con gente de barrios pobres y marginada. No supe nada más de ella después de aquella noche y me quedé hecho polvo.

Así pues me dirijo a usted con la esperanza de que me pueda dar trabajo en su empresa, ya que como le he dicho antes, tengo algo de experiencia, soy un hombre honrado que necesita ayudar a su familia y tener una vivienda digna y una vida normal.

A su disposición cuando usted me necesite, le saluda atentamente,
Diego Zulado.
Nº Palabras: 1597















domingo, 9 de febrero de 2014

Complemento de Régimen

Me desperté por la mañana al escuchar a mis padres hablar de mí. Estaban planeando una sorpresa por mi undécimo cumpleaños. Estaba muy emocionado, no se cumplen once años todos los días. Me dirigí a la sala dónde se encontraban y me felicitaron con una gran variedad de regalos. Decidimos salir a dar un paseo en bicicleta al campo, cerca de un gran lago.
Será divertido -Pensé. Así fue, dimos un paseo en bicicleta mi hermana, mis padres y yo. Recorrimos unos 4 kilómetros sin parar. Al cansarnos descansamos en el lago un buen rato. Comimos algo y nos echamos a dormir. El día se estaba presentando muy bien, hasta que de repente vimos que el cielo se nublaba. Iba a llover y aún nos quedaba un largo camino para llegar a casa. Nos apresuramos y nos pusimos en camino. Finalmente llegamos a casa.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Actividad Oraciones Impersonales

Había llovido toda la noche. Pensé que había cesado aquella horrible y ruidosa lluvia que no dejaba dormir, al no escuchar ningún ruido en el exterior al levantarme temprano para ir al colegio. Al asomarme a la ventana, pude comprobar como continuaba lloviendo sin parar. Aquellas lluvias parecían que iban a inundar como dos ciudades enteras. Estaba muy cansada. Me dispuse a salir a la calle para ir al colegio. Cogí el paraguas más grande que tenía y salí a la calle. Me dirigí a la avenida principal, no había absolutamente nadie, normal, pensé, ¿Quién habría en la calle con este tiempo? Había bastante tráfico la verdad, y parecía bastante parado. Cuando de repente pude ver como una avalancha de gente se dirigía corriendo en dirección al ayuntamiento.